El meloncillo, representado en la
Península Ibérica por la subespecie Herpestes ichneumon, es la única mangosta
europea. Es fácil de reconocer por su cuerpo alargado y paticorto y su cabeza
fina, así como por su larga cola, que puede llegar a medir hasta 45 cm, ancha
en su arranque y rematada en un mechón negro.
Su cuerpo, de 51 a 55 cm de largo y 19 a
21 cm de altura en la cruz, está cubierto de un pelo negro con las puntas en
amarillo cremoso, o pardo con la punta en gris plateado, lo que le da un
aspecto jaspeado. Los machos son algo mayores que las hembras. El peso del meloncillo
está entre 2,5 y 3,5 kg. Sus pezuñas tienen cinco dedos con uñas que no son
retráctiles.
Su cabeza es pequeña, puntiaguda y
estrecha; no más ancha que el cuello. De ella sobresalen ligeramente sus
orejas, cortas y anchas. Pero lo que más llama la atención son sus ojos, de
color más bien claro y con una pupila horizontal, rasgo excepcional entre los
carnívoros, que le confiere una mirada inquietante.
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