martes, 1 de octubre de 2013

MANUEL JESUS DOMINGUEZ

     El meloncillo, representado en la Península Ibérica por la subespecie Herpestes ichneumon, es la única mangosta europea. Es fácil de reconocer por su cuerpo alargado y paticorto y su cabeza fina, así como por su larga cola, que puede llegar a medir hasta 45 cm, ancha en su arranque y rematada en un mechón negro.
     Su cuerpo, de 51 a 55 cm de largo y 19 a 21 cm de altura en la cruz, está cubierto de un pelo negro con las puntas en amarillo cremoso, o pardo con la punta en gris plateado, lo que le da un aspecto jaspeado. Los machos son algo mayores que las hembras. El peso del meloncillo está entre 2,5 y 3,5 kg. Sus pezuñas tienen cinco dedos con uñas que no son retráctiles.

     Su cabeza es pequeña, puntiaguda y estrecha; no más ancha que el cuello. De ella sobresalen ligeramente sus orejas, cortas y anchas. Pero lo que más llama la atención son sus ojos, de color más bien claro y con una pupila horizontal, rasgo excepcional entre los carnívoros, que le confiere una mirada inquietante.

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